La Sala Neovoxel – XR, refugio del Rey Akeliano, con sus cristales Monclús flotantes y su energía fluctuante, vibraba con una presión palpable.
El aire estaba cargado de un brillo digital, como si el espacio entero se desdoblara en infinitas posibilidades.
En el trono de aleación líquida, el Rey Akeliano miraba fijamente a su hijo Arteión, quien sostenía el Códice de Omin, la clave para salvar el multiverso.
—Padre, he encontrado el Códice de Omin. —dijo Arteión, su voz tensa, la oscuridad de la situación pesando sobre él.
El Rey Akeliano frunció el ceño, su mirada intensa.
—¿Qué debo hacer con él, Padre? —preguntó el príncipe, con urgencia.El Rey Akeliano respiró hondo antes de responder, su voz firme como el acero:
—Debes llevarlo a la Tierra, a Reflectia Cristal Verso Épsilón.
Allí, en el año 2008, su destino se cumplirá. —Pausó.
—Pero, hijo mío, hay algo más.
Kádmom, nuestro guerrero más fiel, ha perdido contacto. No sabemos si sigue con vida, ni si está cerca de nuestro reino.
Arteión apretó los dientes, su rostro marcado por la preocupación.
—¿Qué hacemos si no podemos recuperar a Kádmom? —preguntó, sintiendo el peso de la responsabilidad.—Debes ir sin él.
El códice es lo único que puede salvarnos. —respondió el Rey, su tono implacable.
—Entonces, llegaré antes que los Raptzurys. —dijo Arteión, su resolución aferrándose al destino.