“Hello Moto”, resonó la alarma del viejo celular de Quimey, seguida por un insistente “ring, ring” y un último “bip”.
Quimey se despierta de mal humor, con dolor de cabeza y todavía somnoliento. Apaga el despertador y decide tomarse el día libre del trabajo para poder comenzar la búsqueda de Teo. Desayuna algo para saciar un poco el apetito que tiene y sale hacia el colegio en bicicleta.
Al llegar al lugar Quimey, se encuentra con el guardia de seguridad.—Buenos días, señor. ¿Puedo hacerle una pregunta? —El guardia, que estaba en el pasillo cerca de las aulas, le responde:—Sí, dígame en qué le puedo ayudar.—Mire, pasa que ayer tenía que llegar mi sobrino Teodoro a casa. Él me dijo que estaba en camino, pero nunca llegó, y desearía que usted me pudiera ayudar. Necesitaría saber en qué horario se retiró del establecimiento.
“Al llegar al lugar Quimey, se encuentra con el guardia de seguridad.—Buenos días, señor. ¿Puedo hacerle una pregunta? —El guardia, que estaba en el pasillo cerca de las aulas, le responde:—Sí, dígame en qué le puedo ayudar.—Mire, pasa que ayer tenía que llegar mi sobrino Teodoro a casa. Él me dijo que estaba en camino, pero nunca llegó, y desearía que usted me pudiera ayudar. Necesitaría saber en qué horario se retiró del establecimiento.
—Bien, aquí tenemos las tarjetas de acceso de los estudiantes es una tarjeta duplicada que para verificar en el sistema el ingreso e egreso de los estudiantes voy a necesitar datos especificos de su sobrino Señor “Quimey, entusiasmado por la esperanza de descubrir algo más, se dirige al Guardia de Seguridad matutino con una pregunta poco convencional:“Dejemos la formalidad, ya que conoces a mi hermano menor, dime, ¿cómo se llama el muchacho de seguridad de la tarde?”.
El guardia, con una expresión algo desconcertada, responde: “Se llama Martín, Martín Pedemonte. Pero lamentablemente, se reportó enfermo con gripe, así que no vendrá por unos días”.
Mientras revisa el sistema de cámaras y la tarjeta de acceso, añade: “Veo que ingresó ayer a las 7:30 a.m. y salió pasadas las 7:20 p.m. ¿No sé qué más puedo hacer por ti?” dijo el guardia. Quimey le aportó más datos sobre su sobrino al guardia, mencionando:
—Teo mide aproximadamente 1.60 metros, tiene el cabello oscuro y lleva siempre una camperita, que es parte del uniforme del colegio privado, de color azul índigo, y jeans tipo chupín con roturas en las rodillas. Ayer vestía esta misma camperita. Además, a veces se queda jugando a las Magic: The Gathering con sus compañeros, pero solo diez minutos después de las clases.
“Mi sobrino se llama Teodoro Aukan N’Guillán y cursa el segundo año del Bachillerato en Ciencias Políticas y Sociales en la comisión número tres,” comenzó Quimey, con la voz temblorosa.“¿Qué pasó? “ preguntó el guardia de seguridad de la mañana, interesado.
“Me llamó desde un número de teléfono desconocido desde el colegio. Me dijo que unos patanes lo atacaron en patota, pero que no recuerda los rostros de quienes lo golpearon. Su celular no funcionaba, por lo que le pidió a un vigilador como usted el teléfono del mismo para llamarme y contarme lo sucedido,” continuó Quimey, luchando por mantener la compostura.”Dijo que el vigilador lo ayudó y que pronto estaría conmigo. Pero nunca regresó.” El guardia asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.
El Guardia de Seguridad interrumpe el relato de Quimey y le dice : Ahora que lo menciona, usted dijo que su sobrino se llama Teodoro Aukan N’Guillán, ¿verdad? Entonces es Teo. Claro, lo conozco; hablamos de vez en cuando de fútbol, ¿sabe? Él es hincha de Boca Juniors como yo,” dijo el guardia de seguridad de la mañana, sorprendido de que estuviera desaparecido el muchachito con el que desde hace un poco más de un año habla casi todas las mañanas a la entrada del turno de alumnos del secundario. “Sí, hablamos mucho de nuestro equipo de fútbol, Boca Juniors.”
Quimey, entusiasmado por la esperanza de descubrir algo más, se dirige al Guardia de Seguridad matutino con una pregunta poco convencional — “Dejemos la formalidad, ya que conoces a mi hermano menor, dime, ¿cómo se llama el muchacho de seguridad de la tarde?”
El guardia, con una expresión algo desconcertada, responde: “Se llama Martín, Martín Pedemonte. Pero lamentablemente, se reportó enfermo con gripe, así que no vendrá por unos días”.
Mientras revisa el sistema de cámaras y la tarjeta de acceso, añade:“Veo que ingresó ayer a las 7:30 a.m. y salió pasadas las 7:20 p.m. ¿No sé qué más puedo hacer por ti?” la respuesta del guardia agrega un matiz de misterio al encuentro, dejando a Quimey con más preguntas que respuestas.
Quimey se retira, algo menos pesimista, y el Guardia de Seguridad, al verlo intentando contener las lágrimas por su sobrino desaparecido, lo alienta: “¡Hey, chabón, amigo! ¡Ten fe, pibito! ¡Ya va a aparecer! Seguro es una travesura de wachos que se van por una noviecita, es la edad. ¡Viste!”.
El guardia, con su tono de consuelo y experiencia, busca levantar el ánimo de Quimey en medio de la incertidumbre.
Quimey sospecha que Teodoro podría ser gay, pero también percibe un misterio más profundo en él después de la muerte de su hermano Tahiel.
El anciano Eluney, el Gran Toki, ha dejado entrever un poder oculto en Teodoro. Quimey busca respuestas en ese secreto, pero se encuentra perdida en la confusión y el desconcierto.