Episodio 8: El Encubrimiento De Los Ocultos y la Búsqueda de Teo — Parte 3

El Estadio vacío del Club Atlético Boca Juniors conocido como “La Bombonera” lucía aún más imponente bajo el cielo grisáceo de otoño. Las gradas desiertas y el silencio casi sepulcral hacían eco de los recuerdos de gloriosas victorias y amargas derrotas.

En el centro del campo, Leonardo Fabián Acosta, alias El Gallo, esperaba con la ansiedad reflejada en sus ojos.

El crujido de una puerta resonó por el estadio, anunciando la llegada de Lucius Imanol Moncada. Su figura se recortaba contra la tenue luz del día, imponiendo una presencia que de inmediato captó la atención de El Gallo.

Ah, aquí estáis —dijo Lucius, con su voz grave y serena—. Espero no haberos hecho esperar mucho.Na, todo bien. Solo estaba pensando en lo que se viene —respondió El Gallo—. Esto es grande, loco.

Lucius asintió, acercándose con pasos medidos y seguros. Sus ojos analizaban cada rincón del estadio, como si buscara algo invisible para los demás.

Bien, Gallo. ¿Tenéis todo preparado?Sí, señor. Solo estamos esperando su señal. Lucius asintió de nuevo, satisfecho.

Perfecto. Recordad, no podemos permitirnos errores. Todo debe salir según lo planeado. La seguridad de Germán Casio Von Kraus, el jefé y de Novax (Technology for the Research and Development of Human Longevity and Immortality Through the Decoding of the Human Genome Altered by Mutations), depende de ello.

El viento sopló con más fuerza, levantando hojas secas y trayendo consigo el aroma del otoño. El Gallo sintió un escalofrío, pero no estaba seguro si era por el frío o por la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros.

Entendido, señor. No fallaremos.—Más os vale —replicó Lucius, con una leve sonrisa—. Porque no habrá segundas oportunidades. El Gallo observó la interacción, consciente de la tensión palpable en el aire.

Sabía que estaban jugando un juego peligroso, pero también sabía que no había otra opción. El destino de muchos dependía de ellos, y no podían permitirse el lujo de fallar.

Che, chabón, hay algo más. El wachito del Brian Pérez está investigando, tratando de inquirir dónde está Teo. Teo Aukan N’Guillán, el pibe Mapuche que secuestramos. Temo que se dé a conocer que estamos vinculados a las desapariciones de pibitos con habilidades especiales. En algunos países de Latinoamérica y, sobre todo, acá en Buenos Aires.

Lucius frunció el ceño, procesando la información.—¿Brian Pérez, dices? —preguntó, con una calma tensa—. Eso es problemático. No podemos permitir que nuestra conexión con esas desapariciones salga a la luz. No debe descubrirse el proyecto en el cual vuestro jefe está trabajando. El proyecto mencionado antes, para nada debe ser entorpecido (Lazarus: The Man of the New Dawn).

El Gallo asintió, sintiendo el peso de esas palabras.

Lo sé, señor. Pero este Brian está hurgando demasiado. ¿Qué hacemos con él?Lucius se tomó un momento para responder, midiendo sus palabras.—Nos ocuparemos de él.

Aseguraos de que nada ni nadie interfiera con el proyecto. El éxito del proyecto de vuestro jefe depende de la absoluta discreción.

Sin más palabras, Lucius se giró y se marchó, su figura desapareciendo por la misma puerta por la que había entrado.

El Gallo se quedó en silencio, contemplando el vacío del estadio.

Mañana será un gran día —murmuró para sí mismo.

Y así, en el silencio otoñal del Estadio Vacío de Boca, Leonardo Fabián Acosta, alias El Gallo, se preparó para lo que estaba por venir, consciente de que el destino del proyecto ambicioso de Von Krauss , financiado por los Raptzurys en secreto esta en riesgo de ser descubierto El Gallo sabe que si comete un tan solo una falla, su cabeza rodará literalmente.

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