Me tomé un café lácteo en el Café Rauch antes de dirigirme al taller de mi amigo Isidoro Aníbal Leiva para luego ir a mi consultorio de en área de salud mental en el Hospital Municipal de la Ciudad de Rauch como todas la semanas lo hago habitualmente.
Era una semana antes del veintiuno de diciembre, y mi mente estaba atrapada en la preocupación por mi padre, un reconocido abogado penalista en la ciudad de Rauch.
Ahora está en una residencia geriátrica muy conocida, destinada a personas de gran poder adquisitivo. Mis hermanastros, Elizabeth Eugenia Pilar Izurieta y Maximiliano Aldo Dalmacio Izurieta, lo habían obligado a eso.Me preocupa que se queden con todas sus propiedades y posesiones, con su estudio jurídico, dinero en el banco, e incluso con el Cadillac Golden modelo 58′ que me dejó como regalo, un vínculo a nuestra herencia familiar de la Segunda Guerra Mundial.
—¿Y cómo está tu viejo? —me preguntó Isidoro, mientras ajustaba una pieza del Cadillac.—No bien, Aníbal.La verdad es que lo veo cada vez más apagado. Mis hermanastros solo piensan en lo que pueden sacar de mi padre incapacitado, de nuestra herencia familiar como los bienes inmuebles entre ellos este Cadillac Golden regalado a mi bisabuelo por un General cercano a Winston Churchill por su valor en Normandía en el famoso día D. Al proteger la vida este oficial de un franco tirador nazi.
—Esos son unos chantas. No deberían haberlo internado, es un buen tipo —dijo, con la mirada seria.
—Lo sé, pero ellos lo ven como un incompetente. Quiero ayudarlo a mejorar, a recuperar algo de lo que era. La neuroplasticidad… hay esperanza, Aníbal —respondí, sintiendo la angustia asomarse.
—Sí, pero, ¿y si no pueden con eso? ¿Qué pasará con el Cadillac? —preguntó, con la voz preocupada.
— Conteste, sintiendo que la tristeza me invadía.
—Voy a cuidar ese Cadillac es mi herencia. La única conexión con la familia de mi padre y estos miserable s sin escrúpulos casi me lo han quitado todo amigo. Lo del esfuerzo del fruto arduo de mi viejo y su legado familiar por dinero.
— Tomás mi hermano voy a cuidar a este fierro de esos @#$* sinvergüenza dijo, mientras continuaba trabajando.
La presión en mi pecho aumentaba, pero al menos tenía a mi amigo Aníbal a mi lado, un amigo leal en tiempos oscuros.
Luego de esa charla me fui a continuar con mi rutina diaria, sin saber que mi vida daria un giro inesperado de 180 grados cuando conociera Emma Angélica Sayen exactamente una semana y días después del extraño fenómeno cósmico que sacudió al Partido del Municipio de Tandil incluyendo a Rauch.