Quimey caminó con paso decidido hacia la seccional de policía, su rostro marcado por la tensión. La discusión con la directora del colegio aún resonaba en su mente.—Quiero denunciar la desaparición de mi sobrino, Teodoro Aukan —dijo con voz firme al oficial de turno.
El oficial lo miró con un gesto de cansancio.—Tome asiento, por favor. Necesito algunos detalles.(Mientras Quimey respondía las preguntas, la preocupación y el miedo por su weñi, su Calfú, crecía en su pecho, apretando su corazón como un puño de hierro).
Horas más tarde, Quimey decidió buscar más pistas sobre su sobrino. Recordó a Estefanía Pilar Puerreydon Alzaga, una joven adinerada que conocía a Teo. Tomó su viejo teléfono y la llamó.—Estefanía, ¿Sabes algo de Teo? —preguntó Quimey, su voz cargada de desesperación.
La joven, desde su iPhone 17, respondió con sorpresa.—Teo fue al baño en la primera clase de Inglés y Alemán, a cargo del profesor Joseph Harrison —recordó con precisión. Quimey frunció el ceño.—¿Y después? Nadie lo vio salir del baño.
—Lo raro es que Teo no se conectó en línea para jugar a Grepólis con nuestro grupo, Crew Minotaur Gaming. Hablé con Brayam y Miqueas, y ellos tampoco saben nada —añadió Estefanía, su rostro reflejando preocupación.
(La inquietud de Quimey aumentaba con cada palabra. Su mente se llenaba de escenarios oscuros y temores).—Tal vez Eloy, el capitán del equipo de rugby, y sus cómplices, el Chita y el Búho, tengan algo que ver —dijo Estefanía, bajando la voz—. Podrían haberle gastado una broma pesada.
Quimey la escuchó intensamente a través del teléfono.—¿Broma pesada? ¿Qué quieres decir?Estefanía tragó saliva.—Se rumorea que a veces encierran a los chicos en el sótano del colegio… o algo peor.